A menos de que no hayas pisado nunca una iglesia católica, seguro de que no has escuchado alguna vez esta oración en la boca de un sacerdote:
El famoso “Tomad y comed, todos de él”, o el “Tomad y bebed todos de él”.
Yo considero si se llegan acordar porque se encuentra cerca del “podéis ir en paz” y es, de hecho, para los que más se aburren, señal de que la misa ya por fin está acabando.
Estas palabras son procedentes de los evangelios sinópticos :
Mateo, Marcos y Lucas y son, supuestamente, las que Jesucristo, hijo de Dios, pronuncio durante la Última Cena. El cura siempre las repite cuando va a dar la comunión, y esto es, la hostia consagrada a los fieles.
Estimados es ilógico que las personas hagan cola ante el sacerdote, esperando poder degustar un pedazo del cuerpo de Jesús y un sorbo de su deseada y milagrosa sangre, ambos consagrados obviamente. Para que ¿cuántas hostias se tiene que comer y cuánto vino se tiene que beber para haber engullido en su totalidad del Cordero de Dios?
Según las matemáticas, y un poquito de investigación, solo eso se bastan para contestar a esta pregunta, ya que los arqueólogos han establecido que un varón judío en tiempos de Jesús, pesaba aproximadamente los 50 kilogramos y una estatura media aproximada de 1,55 metros.
Ahora, sacando cuentas, una hostia equivale 0,22 gramos, se podrían sacar 227.272,73 hostias de nuestro Jesucristo hipotético. Un hombre de unos 50 kilogramos, de nuevo, según la ciencia, equivale aproximadamente 3,3 litros de sangre en su organismo, esto es, 4,4 botellas de vino de 750 mililitros o 3,3 tetra bricks de Don Simón para los que son más tacaños. Restando esta cantidad a los 50 kilogramos, las cuentas cambian: ahora tenemos 212.272,73 hostias consagradas.
Ahora ya sabemos, por lo tanto, los ingredientes necesarios para preparar la receta del Verbo hecho carne.
Concluyendo, podría decir que ir a misa cada domingo, puntualmente todos los fines de semana, es una idea necia si tu objetivo es engullir hostias por valor de un Jesucristo entero.